Reflexiones del profesorado comprometido ante el nuevo escenario educativo (I)
“La educación no cambia el mundo, cambia las personas que pueden hacerlo”.
Esta frase de Paulo Freire sirve de estímulo a un grupo de profesionales de la enseñanza que compartimos la necesidad de mejorar la educación, la sociedad y el mundo en el que convivimos. Constituido en grupo hemos reflexionado sobre una serie de elementos y situaciones educativas que, a nuestro entender, supondrían una mejora sustancial en las prácticas educativas y consecuentemente en la educación.
En este blog de Convives vamos a compartir periodicamente cada uno de los elementos abordados en el documento de Reflexiones junto con un enlace a los documentos completos que puede consultar en:
https://view.genial.ly/60b09b320322d50d63bdea92/interactive-content-aprendizaje-competencial
Nueva Ley Educativa
No nos cansaremos de repetir la necesidad de tener una ley educativa estable durante un largo tiempo y que se vaya adaptando a las necesidades y cambios necesarios (esto viene ocurriendo en muchos de los países de nuestro entorno y debe ser posible también en el nuestro). Es un clamor social y docente que hasta estos momentos no se ha atendido debidamente y a pesar de ello solicitamos, al menos, un cierto “blindaje” de los aspectos más globales de la ley, aquellos que sitúen al alumnado y a la acción educativa en el centro del debate y que definan como sociedad qué alumnado queremos formar y qué competencias debe adquirir durante su escolaridad; para qué tipo de sociedad y cómo hacerlo para que nadie se nos quede atrás.
Una ley que procure “armonizar” ordenadamente las diferentes competencias centrales, autonómicas y del centro, con un currículo competencial abierto y flexible, participativo y consensuado, que defina los saberes esenciales en cada etapa educativa, como se definía desde 2006 por la U.E. a través de las competencias claves y que las diferentes leyes educativas no han cuestionado.
Conseguirlo puede y debe ser posible y necesario, porque como profesores y profesoras responsables de llevarlo a efecto en nuestras aulas, si no se consigue, desconfiaremos de la transitoriedad efímera de la propuesta y de nuevo nos sumiremos en desconciertos normativos que viviremos con interés desigual y sin esperanza de un cambio global esperanzador e imprescindible. Por otra parte, la propia inestabilidad normativa se convierte en un elemento disuasorio al que se recurre, a veces, para no implementar innovaciones necesarias y el profesorado permanece, en muchas ocasiones, impermeable ante las mismas.
Abogamos por una cierta pedagogía de la propia Ley que la explique y sobre todo que la contextualice en el marco de las necesidades que Europa ha establecido para la educación del futuro, poniendo de manifiesto los requerimientos a los que da respuesta en el contexto globalizado de formación del alumnado del siglo XXI.
Sería necesaria,
por tanto, una campaña de difusión real
y efectiva de los objetivos de la ley
para que el profesorado la conozca y reflexione sobre sus propuestas. Y en
este mismo sentido también habría que hacer
muy visibles las estrategias exitosas que muchos
centros de todas las CCAA están llevando a cabo para abordar un
currículo competencial, mostrando sus procesos y resultados en toda la comunidad educativa
y especialmente en el éxito de su alumnado.
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