A VUELTAS CON LA PARTICIPACIÓN: ¿EL FONDO O LA FORMA?. Nelida Zaitegui

A VUELTAS CON LA PARTICIPACIÓN: ¿EL FONDO O LA FORMA?


A pesar de que la realidad es tozuda y nos demuestra lo contrario, todavía se sigue creyendo que si se cambia la normativa, se cambian las prácticas.


Este es el caso de la participación. Por más que las leyes la hagan posible y hasta “obligatoria”, las prácticas reales, en la mayoría de los casos, son de un mero “cumplimiento”, sin entrar en su verdadero espíritu y se considera participación a simulacros de la misma.

Es sabido que la participación en los Consejos Escolares, en los últimos años, ha descendido de manera muy significativa y no puede afirmarse que esto se deba a una u otra normativa, ya que se ha producido estando vigentes distintas leyes.

En el título V de la LOE se establece que la participación de la comunidad educativa en la organización, el gobierno, el funcionamiento y la evaluación de los centros debe ser garantizada por las administraciones educativas.

Es importante señalar que el Consejo Escolar, al recuperar competencias ejecutivas, pasa de ser consultivo a participar en la toma de decisiones de gran calado y pueden influir en asuntos centrales a la vida escolar. Se le dota de competencias muy importantes (ver art 127 de la LOMLOE) que se refieren a la planificación, evaluación y control de cuestiones fundamentales.

Pasar de una participación formal a otra real, eficiente y satisfactoria es un reto muy grande y habrá que esperar a ver cómo se desarrollan dos cuestiones fundamentales: si los decretos de desarrollo de las CCAA, concretan y ponen las bases necesarias para hacer que se mantengan todas sus potencialidades y se comprometan a hacerlas realidad sin perder la oportunidad de poner las bases para una nueva gobernanza más transparente y democrática de los centros educativos. La segunda hace referencia a si los centros educativos lo llevan a la práctica o no, ya que no se puede olvidar que, cuando se ha podido, no siempre se ha hecho.

Ahora se trata, por un lado, de compartir el poder, lo que exige un talante democrático importante que no siempre aflora, y, por otro, dado que los procesos participativos no son fáciles, se requiere que los miembros de la comunidad educativa estén convencidos de su necesidad y de las posibilidades que ofrece para crear auténticas comunidades educativas, que colaborativamente creen y compartan proyectos educativos propios y sólidos, que es de lo que se trata en última instancia. Es decir, la participación no es un fin en sí misma sino un medio para avanzar hacia una mejor educación.

La complejidad que conlleva el desempeño de las importantes competencias que la Ley otorga a la comunidad educativa, pone de manifiesto la necesidad de formación para ello. Formación para el profesorado, las familias y el alumnado. El para qué, por qué y cómo participar sigue siendo una asignatura pendiente y sin compartir unos mismos marcos mentales al respecto, no será posible hacerla una realidad en los centros.

Por otra parte, hay que dar lugar a los procesos necesarios, más aún cuando se insiste en que las decisiones se tomen por consenso. Es necesario que toda la comunidad desarrolle las competencias necesarias (conocimientos, actitudes y destrezas) unido a unas relaciones de confianza y colaboración entre sus miembros, para que pueda producirse una participación eficiente y satisfactoria.

Por ello, habrá que responder a tres preguntas relativas a las actitudes (la disposición de la institución para…), a las prácticas (los medios y estrategias puestos a disposición para…) y a los valores (políticas participativas fijadas de modo explícito en la norma para…).
Su respuesta exige nuevos paradigmas, nuevas maneras de interpretar la realidad compleja e incierta en que vivimos.

En el caso del alumnado, la participación cobra especial importancia, porque se relaciona con el desarrollo de la competencia social y ciudadana. Sin embargo, que puedan participar no es suficiente si no disponen de las competencias personales y sociales para ello: autonomía personal, expresarse, escuchar, argumentar, pensamiento crítico, trabajo en equipo, toma de decisiones,…

Su participación debe ser consistente y sistemática y afectar a todas las actividades que les conciernen aquí y ahora.

Shier (2000) propone un modelo escalonado que puede servir para extender y profundizar la participación más recomendable en cada momento.



Nelida Zaitegi


1. Se escucha al alumnado.

2. Se apoya al alumnado para que exprese sus puntos de vista.

3. Las opiniones del alumnado se toman en cuenta.

4.Se implica al alumnado en los procesos de toma de decisión.

5. El alumnado comparte el poder y la responsabilidad en la toma de decisiones

Se plantea la oportunidad importante para los centros; la de convertirse en verdaderas escuelas de ciudadanía. Ante tantas voces que predicen el fin de la democracia, fomentar la participación crítica es dar pasos hacia una democracia profunda.
  


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