Convives en tiempos de coronavirus (10). ENSEÑANZA A DISTANCIA PERO NO DISTANTE. Y CUANDO VOLVAMOS... MÁS TECNOLOGÍA. O NO.


La primera vez, allá por marzo, casi en cierre del trimestre, nos pilló desprevenidos. No sabíamos qué iba a pasar y hubo que cerrar las escuelas deprisa y corriendo para evitar más contagios, para doblegar la curva, para no colapsar el sistema sanitario.

Y buscamos las formas y las maneras, algunos más pronto que otros, otros más tarde que algunos, y unos cuantos, más de los que deseamos, que no las encontraron de ningún modo. Hubo maestros que empezaron a recopilar números de teléfonos de sus estudiantes, de esos en situación menos favorecida, que se preocuparon de que siguieran pudiendo comer como cuando van al cole a través de gestiones con asistentes sociales y con entidades, organizaciones y agencias no gubernamentales. Que trabajaron más que cuando estaban con ellas y con ellos en clase. Hubo otros que empezaron en seguida con videoconferencias y con tareas a distancia. Y hubo quienes no pudieron o no supieron cómo reaccionar porque no sabían cómo llegar “al otro lado”, al otro lado de la puerta de los hogares.

La “enseñanza a distancia” que se ha estado practicando en estos momentos, salvo en aquellos entornos ideales en los que las chicas y los chicos disponen de todos los medios a su alcance en casa y fuera de ella, no ha sido verdadera enseñanza a distancia, sino “enseñanza remota de emergencia”, como la han empezado a denominar algunos. Nuestras familias y comunidades educativas no estaban (ni están) preparadas para gestionarla, simplemente porque nadie la había previsto. No se puede juzgar como buena o mala. Simplemente se la puede tachar de operativa solamente para unos pocos.

Ahora queremos volver a la normalidad, a esa normalidad que seguimos sin saber cómo será, por mucho que llenemos las terrazas y vayamos saltando de fase de fase o de que se acabe el estado de alarma. Y proponemos que las escuelas se vuelvan a llenar de niñas y de niños, de clases con máscaras, plexiglás, hidro-alcoholes y poco contacto físico. Suena como que esa tampoco es la escuela de verdad. Más bien parece que esa es la “escuela presencial de emergencia”.

Nos gustaría pensar que la próxima vuelta a la escuela, esa que parece que será “mixta”, entre presencial y virtual, lo queramos o no, no nos va a pillar desprevenidos de nuevo. Sin embargo, no es fácil pensar que podamos tener tantas certezas.

Nos podemos preguntar, por ejemplo, de dónde van a salir los dispositivos que nuestras alumnas y alumnos van a necesitar para conectarse a la red educativa que, sí o sí, esta vez tiene que estar preparada. Quién va a proveer a todas las familias que no disponen de ella esa conexión a internet de emergencia, para que que no tengan que pagarla con el “ingreso mínimo” que vendrá muy bien a algunos, pero que no servirá para diluir la brecha social ni la digital. Nos podemos preguntar cómo se va a formar a miles de docentes sin destrezas digitales previas que pueden tener condiciones preexistentes de riesgo y por tanto no podrán regresar así como así a las aulas y que sin embargo podrían aportar tanto y estar dando clases “desde el lado seguro” mientras que aquellos que no corren tantos riesgos por diferentes motivos pueden estar en el aula y en los patios de las escuelas educando a “la otra mitad”. Cómo se va a ayudar y a "formar" en esa enseñanza remota a esas familias con las que ahora más que nunca tenemos que compartir la educación de sus hijas e hijos.

Porque sea en los espacios o en los tiempos, parece que estamos condenados a separarnos y a dividirnos más, en mitades físicas y virtuales. Podemos preguntarnos quiénes van a atender a esas niñas y niños también de riesgo que se tendrán que quedar en casa sí o sí, sobre todo teniendo en cuenta que sus abuelos son los que podrían estar ahí mientras las mamás y los papás trabajan (o teletrabajan) pero que para ellos también sería peligroso exponerse más de lo necesario. Y quiénes se van a encargar de educar desde casa o repartirse los horarios, o los desdobles. Nos podemos preguntar si se va a contratar al doble de docentes o a docentes presenciales y virtuales de desdoble. Nos podemos preguntar tantas y tantas cosas…que parece que no nos estamos preguntando.

Una píldora anterior comentaba que queríamos empezar siendo positivos, y que más adelante se verían los problemas que se presentan en una situación histórica como la actual, de la que nadie tiene precedentes ni sabe cómo restituir a una normalidad segura y eficiente. Llega el momento de ver el vaso medio lleno o medio vacío, y decidir que, en lugar de marear la perdiz y gastar energías discutiendo cómo cerrar el curso en paz, podría ser más conveniente empezar a dedicar todos nuestros esfuerzos en prever ese futuro a medio plazo. A cómo será el inicio de curso en septiembre. A cómo vamos a cubrir la situación que se genera después de seis meses sin escuela física. A cómo vamos a atender las brechas sociales, digitales y emocionales. Y no se trata de ponerse positivos o negativos. Se trata de hacerse las preguntas adecuadas y ponerse manos a la obra para encontrar las respuestas adecuadas.

Sería por ello conveniente dejar de gastar nuestras energías en tareas fútiles y ponernos las pilas para ver cómo atendemos todas las necesidades. Para que no nos vuelvan a pillar desprevenidas y desprevenidos. Para que esta vez estemos, al menos, mínimamente preparados. Para que sepamos cómo responder y cómo llegar al menos a lo imprescindible y a lo necesario.

Porque septiembre, lo creamos o no, está ya ahí, a la vuelta de la esquina.

Para saber más:

                                      CONVIVES. Asociación para la convivencia positiva en los centros educativos. 20 de junio de 2020

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